En nuestro país el consumo de alcohol está ampliamente aceptado, minimizando su impacto en el proceso salud enfermedad a nivel hepático y de otros órganos. Según publicaciones del MSP, casi el 10% de la población presenta patrones de consumo problemático de bebidas alcohólicas. El proceso de daño hepático es gradual y progresivo, y la severidad del compromiso depende tanto del patrón de consumo como de la susceptibilidad genética de cada individuo. Clásicamente se asocia la cirrosis hepática con esta causa, pero en nuestro medio representa al 40% del total. Paradójicamente a la aceptación social del consumo, existe una importante estigmatización social y en ocasiones del cuerpo médico, hacia los pacientes con consumo problemático de alcohol y cirrosis.

Es fundamental el abordaje integral del paciente y de su entorno, reconociendo el problema y evaluando el impacto existente, estableciendo estrategias dirigidas a promover y sostener en el tiempo la recuperación.